“Como Jesucristo se inmola continuamente en los altares y vive en estado de víctima dentro del Tabernáculo, así la Clarisa franciscana se ofrece víctima a su Esposo celeste, y a Él se inmola perpetuamente a sí misma por medio de los votos de Pobreza, Castidad y Obediencia. Con el voto de Pobreza le ofrece cuanto posee o pudiera poseer, de manera que no retenga nada para sí, y como pobre mendicante recibe como caridad de la religión lo que es necesario para vivir. Con el voto de Obediencia le inmola la propia voluntad, esa libertad que es don precioso de Dios, para quien no existe más que la voluntad de su Esposo celestial, en el cual encuentra toda su complacencia. Con el voto de Castidad le consagra su alma, su espíritu, su corazón, su cuerpo y después de tal consagración ella guarda su ser como algo sagrado de Dios, lo que debe conservar y respetar como si no le perteneciera. En una palabra, ¡con los votos se inmola todo lo que tenemos, lo que somos y poseemos! Quien comprende, en la práctica, la esencia de esta consagración puede decir que realmente se inmola a Jesús Eucarístico… ¡Oh Jesús mío! ¡Haz comprender a tus Esposas el valor, la esencia, los beneficios de la verdadera inmolación!” AGCFM, El secreto de mi santificación, c. IV, 4 – 5