Ser “un solo corazón y una sola alma” es un camino paciente para cada Clarisa Franciscana Misionera del Santísimo Sacramento, que se realiza en la pluralidad y en la diversidad porque ésta es la consecuencia de la Encarnación de Dios en nuestra historia concreta. Ser “un solo corazón y una sola alma” es un don de Dios, pero también una tarea cotidiana para llegar a ser “comunidades eucarísticas misioneras”.
Cada día, de hecho, estamos llamadas a hacernos más disponibles para acoger y vivir el don de la comunión fraterna. Cada día sentimos el desafío de salir de nosotras mismas para acogernos, encontrarnos, escucharnos, querernos como hermanas con “ternura eucarística”.